Las quejas de los palestinos por la violencia de los colonos judíos no son escuchadas


 

No es difícil adivinar que quien lanzó dos bombas incendiarias contra una pequeña casa de la aldea palestina de Burin —donde vive una familia de cinco miembros— no será llevado ante la justicia. Es dudoso que la policía esté buscando a los atacantes e incluso, si lo hicieran, no es probable que encuentren a los culpables.

Y si los encontraran, es poco probable que se presente una acusación. ¿Cómo lo sabemos? Porque hemos examinado el historial de quejas presentadas por los residentes de Burin ante la policía por ataques perpetrados por israelíes.

Antes de la medianoche del 25 de noviembre, Vedian y Ghasan Omran estaban todavía despiertos. De repente, oyeron un ruido que venía de fuera, tal vez fueran soldados. Los murmullos se hicieron más fuertes y luego las piedras empezaron a caer sobre la casa. Esta es la razón por la que todas las casas del barrio más oriental de Burin tienen una malla de hierro en las ventanas. Aquí, como en otras casas palestinas de Cisjordania, estas mallas hablan de la proximidad de los colonos y del lanzamiento de piedras, así como de la ausencia de protección y seguridad.

Los Omran creían que sus hijos —de cinco, nueve y diez años— no estaban despiertos. Viven en un constante estado de temor, al igual que otros niños de este vecindario, situado junto al asentamiento de Bracha B. Esta colonia fue establecida en 1999 y a ella le siguió el pequeño asentamiento de Givat Ronen.

Las llamas se extendieron por la casa. Vedian empezó a gritar y los niños se despertaron y rompieron a llorar. Los vecinos llamaron a los bomberos. Llegaron los soldados y los policías israelíes recogieron los trozos de botellas que se utilizaron para lanzar los cócteles Molotov. La familia se dio cuenta de que los dos tanques de agua que había en el tejado habían sido dañados y que un tanque de plástico había sido arrojado al lecho del río seco.

Presentaron una queja ante la policía. Sorprendentemente, las autoridades actuaron con gran rapidez. Unas tres semanas después del ataque, los soldados israelíes visitaron la casa de los Omran. Estaba vacía. Desde el ataque, siempre que Ghasan Omran, enfermero de hospital, trabaja en turno de noche, su esposa y tres hijos se quedan en la casa de su hermano, en el mismo barrio. Los vecinos corrieron a decirle a Vedian lo que estaba pasando. Ella salió y vio los jeeps y alrededor de 20 soldados. La pararon.

“Vete a casa”, le gritó un soldado en un mal árabe. “Eso es exactamente lo que estoy haciendo. Esta es mi casa”, respondió. Un soldado la empujó y cayó al suelo. Cuando los soldados se fueron, Vedian descubrió que la casa había sido asaltada. La manilla y la cerradura estaban rotas.

En el interior, las alfombras estaban sucias de barro. Los sofás estaban volcados y sus forros rasgados. El arroz y las verduras estaban esparcidos por el suelo. Las puertas de los armarios estaban rotas y las ropas, tiradas por todas partes. Un espejo estaba roto y el ordenador de Naser, el hijo de 10 años, apareció en un rincón. Ya no funcionaba.

El ejército israelí dijo que los soldados llegaron a la casa después de haber recibido una información que hablaba de la existencia de armas y de haber detenido a una persona sospechosa de actividades ilegales. “Las afirmaciones de los periodistas sobre la destrucción de la propiedad son completamente falsas”, dijo la Oficina del Portavoz de las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI). “Puesto que los residentes no estaban en la casa cuando llegaron los soldados, estos se vieron obligados a romper la puerta. Cuando terminó el registro, llegó la madre de la familia y, aunque hubo una provocación, no se usó la fuerza física con nadie, pues los soldados ya habían abandonado el lugar”.

Rodeados por todos lados

Burin y sus tierras están rodeados por los asentamientos y los puestos militares israelíes. El asentamiento de Yitzhar y sus varios puestos de avanzada [asentamientos no legalizados por el gobierno israelí, N. del T.] lo cierran por el sur. Bracha y su progenie lo cierran por el norte. Al oeste y al este, Burin está cercado por bases y torres de vigilancia del ejército israelí.

Las FDI y la policía de fronteras suelen aparecer inmediatamente cuando los palestinos se encuentran en sus propias tierras, cerca de un asentamiento. Esto sucedió el lunes pasado, cuando este periodista se dirigía, con Bilal Eid, a la colina conocida como Karem a-Shaquf o Yabal a-Saba, situada al noreste de Burin. Los azafranes y las prímulas ya habían brotado entre las rocas. No es de extrañar que esta colina (en el área B, según los acuerdos de Oslo, bajo la autoridad civil palestina), con su paisaje de montañas, valles, campos y bosques, haya sido un lugar escogido para caminatas cortas, y no solo para la agricultura y el pastoreo.

Pero desde el comienzo de la década del 2000, los colonos, la policía de fronteras y las FDI han impedido a los residentes de Burin acceder a sus tierras. Hace quince años, Eid compró la única casa que hay en la colina (sus anteriores propietarios huyeron a Jordania durante la guerra de 1967). Con el dinero que le quedó renovó la propiedad. Pero en 2002, los israelíes la destruyeron. Desde entonces, la casa ha estado abandonada y sus paredes están cubiertas de graffitis. Eid y su familia alquilaron una casa en la aldea.

Otros dos residentes de Burin han recibido permisos para construir del consejo municipal, pero no han seguido adelante con la construcción debido a las continuas amenazas. Cuando los agricultores comenzaron a pavimentar una carretera, los israelíes de Bracha B les atacaron. El ejército intervino y prometió acordar con los habitantes del pueblo un día para construir la carretera bajo su protección. Esto sucedió hace unos 10 años y los aldeanos siguen todavía esperando que el ejército israelí cumpla su promesa. Cuando los aldeanos suben a la colina, a pesar de las amenazas, en el mejor de los casos los soldados disparan granadas de aturdimiento y botes de gases lacrimógenos contra ellos. En el peor de los casos, los israelíes de las colonias de Givat Ronen y Bracha B bajan y les atacan.

El lunes pasado, tres miembros de la policía de fronteras aparecieron cerca del asentamiento unos diez minutos después de que llegáramos a la colina. Uno de ellos tenía una granada de aturdimiento que puso en su bolsillo solo después de que nos apartáramos unos diez metros. “Esta es una zona militar cerrada”, dijo. Pero ni él ni los siete soldados y el oficial que aparecieron más tarde presentaron ninguna orden. Cuando se le pidió una explicación, la Oficina del Portavoz de las FDI dijo que el lugar estaba dentro del Área B y que la presencia de palestinos allí no violaba la ley.

“Sin embargo, el lugar es un conocido punto de conflicto entre las poblaciones israelíes y palestinas de la zona”, dijo las FDI en una declaración. Y añadió que cuando alguien perturba la paz en la zona, es tratado de forma similar. Dijo también que los soldados habían afirmado erróneamente que la colina era una zona militar cerrada.

Los residentes de Burin han presentado, a través del grupo de derechos humanos Yesh Din, 85 denuncias ante la policía israelí en Cisjordania desde 2005, 22 de ellas en 2013. Estas denuncias han sido motivadas por ataques físicos contra los agricultores, disparos que han herido a personas, talas de olivos, incendios de los campos de cultivo, de una casa, árboles, coches y un tractor, cortes con cuchillos de neumáticos, robos de herramientas y productos, lanzamiento de piedras contra casas, etc. Un tipo de ataque característico en el barrio oriental de Burin es los destrozos de viviendas en construcción, para disuadir a los nuevos ocupantes. No todos los ataques son denunciados y algunos edificios han quedado a medio construir y deshabitados.

Los residentes han presentado otras 12 denuncias por la conducta de los soldados israelíes desde octubre de 2009. Los motivos de estas denuncias han sido hostigamientos con disparos, detención violenta de un menor de edad, el intento de expulsar a una persona de sus tierras, el lanzamiento de granadas de aturdimiento a una escuela, etc.

Armas, palos y barras de hierro

Solo una denuncia, por la tala de olivos cerca del asentamiento de Yitzhar, ha dado lugar a una acusación. Un caso, de abril de 2011, sobre un colono israelí de Givat Ronen que arrojó piedras e hirió a una persona, fue transferido a la fiscalía para una posible acusación. Dos casos, de 2013, fueron cerrados y reabiertos para su investigación después de un recurso de apelación. Todas las demás denuncias o bien “están siendo investigadas por las autoridades” o “la policía ha cerrado el caso”.

Tomemos un ejemplo. El 26 de julio de 2010, un numeroso grupo de israelíes de los asentamientos de Yitzhar y Bracha bajó hasta unas casas de Burin. Algunos prendieron fuego a centenares de olivos (algunos de 100 años de antigüedad) que pertenecían a 60 habitantes de Burin y Klil. Ibrahim Eid se encontraba en el lugar de los hechos con un contratista y varios trabajadores que estaban construyendo su casa. Huyeron cuando vieron que los israelíes se acercaban “con armas, palos y barras de hierro”, según sus propias palabras.

Pero cuando los colonos empezaron a destrozar todo lo que podían, Eid no pudo contenerse y se acercó para detenerlos. Un israelí le atacó con una barra de hierro. Eid perdió la conciencia y fue trasladado a un hospital. Otros atacantes arrojaron piedras a la casa de su vecino, Bachir Zibn, y rompieron varias tejas del tejado.

Después de ser dado de alta en el hospital, Eid dijo a la policía que podía identificar a dos de los atacantes y que un residente de Burin les había hecho unas fotografías. Entregaron a la policía un disco con las fotos. Zibn dijo que uno de los tres hombres que atacaron su casa no había cubierto su rostro y podía ser identificado. A pesar de todo esto, ni Eid ni Zibn fueron llamados por la policía para identificar a sus atacantes. No hubo ninguna rueda de identificación.

La policía de fronteras arrestó a dos de los atacantes cuando estaban arrojando piedras a los palestinos y sus casas. Los dos ejercieron su derecho a guardar silencio durante el interrogatorio. A pesar del testimonio de los propios policías, los dos atacantes no fueron sometidos a una rueda de identificación por parte de los denunciantes. El caso fue cerrado por falta de pruebas.

En agosto de 2011, un año después del ataque, el expediente de la investigación sobre el incidente fue trasladado a un fiscal, pero se cerró en diciembre de 2012 por falta de pruebas. Pero las autoridades no comunicaron a Yesh Din que el caso había sido cerrado hasta agosto de 2013.

El 3 de septiembre se presentó una solicitud para fotocopiar el archivo del caso. Hubo que esperar hasta el 11 de noviembre para que se permitiera el acceso al expediente, pero solo para su estudio. Hace dos semanas, los abogados de Yesh Din recurrieron la decisión de cierre del caso. La solicitud fue enviada al Superintendente Shir Kama, jefe de la fiscalía de la región de Samaria, con sede en el asentamiento de Ariel, y al fiscal Yaniv Vaki, director del departamento de apelaciones de la Oficina del Fiscal del Estado.

Aunque los abogados de Yesh Din dicen que ha habido errores en la investigación y que pueden ser rectificados, algunos residentes de Burin, que también han sido atacados, dudan de que las autoridades israelíes vayan a cambiar de actitud.

Amira Hass es una periodista israelí, columnista del diario Haaretz, conocida por su defensa de la causa palestina y sus denuncias de la ocupación y los atropellos de las fuerzas israelíes en los territorios palestinos.

Fuente: Palestinian villagers’ complaints of settler violence are going unheard

Acerca del traductor: Javier Villate mantiene el blog Disenso, con artículos, análisis y traducciones sobre Palestina, Israel y Medio Oriente. Le puedes seguir en Twitter como @bouleusis

Amira Hass, Haaretz / Traducción: Javier Villate en el Blog Disenso

Aquesta notícia ha estat publicada al web palestinalibre.org

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