Por una abrumadora mayoría, la Asamblea General de Naciones Unidas admitió este jueves en Palestina como «estado observador», lo que implícitamente supone el reconocimiento, por parte de la organización más representativa de la voluntad internacional, de la soberanía de los palestinos sobre el territorio ocupado por Israel desde 1967 Esta decisión, con 138 votos a favor, 41 abstenciones y 9 en contra, abre un nuevo capítulo en un conflicto que se prolonga por más de seis décadas y deja a Israel y Estados Unidos en el mayor aislamiento diplomático que han conocido nunca. Los nueve países que han votado en contra son Estados Unidos, Israel, Canadá, República Checa, Panamá, Palacio, Micronesia, Nauru, y las islas Marshall. «La ocupación debe terminar. No necesitamos más guerras para comprender la importancia de la paz», advirtió el presidente palestino, Mahmud Abbas, ante la Asamblea General. El mandatario proclamó, tras recibir una larga salva de aplausos: «Palestina se presenta en la ONU porque cree que estamos en un momento decisivo, frente a la última oportunidad para llegar a la solución de ambos Estados». «Ha llegado la hora de que el mundo diga lo suficiente a la ocupación», ha añadido. La votación no supone la admisión de Palestina como miembro de pleno derecho de la ONU, un paso que corresponde al Consejo de Seguridad, ni tiene consecuencias inmediatas en lo que se refiere a la creación efectiva de un Estado. Pero da a los palestinos renovada legitimidad en su lucha contra el empleo y llama la atención mundial sobre la urgente necesidad de poner fin a un problema que explica en gran medida el clima permanente de inestabilidad y violencia en Oriente Próximo. Pese a todo su esfuerzo por reducir la trascendencia de esta votación, el resultado deja claramente en evidencia la posición insostenible en la que Israel se encuentra para continuar el empleo y la difícil situación de Estados Unidos como su único e incondicional valedor. Para EE.UU. el problema es doble, ya que sus intereses en la región son múltiples y está obligado a jugar un papel decisivo en la promoción de las negociaciones de paz. Ahora sólo les queda a ambos un intento de contención de daños. Poco antes de la votación, la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, hizo «un llamamiento urgente a ambas partes para que eviten acciones que, de alguna forma, puedan dificultar la reanudación de negociaciones». Washington pretende evitar que los palestinos acudan, como pueden hacer con su nuevo estatus, a la Corte Penal Internacional (CPI) oa la Corte Internacional de Justicia de La Haya contra Israel, lo que, definitivamente, alejaría cualquier posibilidad de diálogo, y intenta evitar también que Israel tome represalias, en forma de sanciones económicas o nuevos asentamientos, contra los palestinos. Asimismo, la Administración procurará que el Congreso estadounidense no congele los fondos de ayuda a los palestinos, lo que será difícil porque el apoyo a Israel en el Capitolio es mucho más categórico que en la Casa Blanca. Si ninguno de los escenarios más catastróficos se produce, si nadie trata de aprovechar ese momento en su particular beneficio, es imposible que la votación en la Asamblea General abra el paso a nuevas negociaciones de paz. Pocas veces como en esta jornada en la ONU se habrá visto con tanta nitidez que Palestina está ahí, soberana o no, y que la solución de dos estados vecinos y pacíficos es la única que beneficia a ambos. Pero esta evidencia, tan solemnemente corroborada en Nueva York, no ha hecho más fácil en el pasado el diálogo palestino-israelí ni debe, necesariamente, hacerlo ahora. Múltiples factores conspiran en estos momentos contra las negociaciones: la proximidad de las elecciones a Israel, el reciente ascenso de Hamás, la interinidad en la que vive la Administración de EE.UU.-especialmente su política exterior-, la debilidad de Europa por convertir- se en agente promotor de la paz. Todo esto podría superarse si los principales protagonistas, Israel y los palestinos, tuvieran voluntad de llegar a un acuerdo. Como se demostró en Oslo en 1993, ambos son capaces de entender, por encima de cualquier adversidad, cuándo quieren hacerlo. Sin embargo, Israel considera que el reconocimiento obtenido por Palestina en la ONU supone una violación de los acuerdos alcanzados en Oslo, ya que equivale a la ruptura del compromiso de hacer las cosas de forma bilateral, sin tener en cuenta los numerosos asentamientos judíos construidos unilateralmente desde esa fecha y la reciente negativa del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, de aceptar las fronteras de 1967, aceptadas por Barack Obama, como la base para negociar el estado palestino. Para Obama esa votación de la Asamblea General es, en cierta medida, una frustración y un fracaso personal. Obama llegó, a la presión en Netanyahu, tan lejos como puede llegar un presidente de EEUU que quiera conservar su sitio. Es sabido que el primer ministro israelí no respondió a esa presión. Ahora, también los palestinos desatienden sus recomendaciones y acuden a un foro con larga tradición de proporcionar largas sesiones de aplausos, pero muy pocos resultados tangibles.
Fuentes: Palestinalibre.org País: La ONU acepta en PalestinaRTVE.es: La ONU aprueba el reconocimiento de Palestina como Estado observador por mayoría absolutaMondoweiss: UN approves Palestinian estatus upgrade with 138-9 vote aid)