Supervivientes de ‘Sabra y Chatila’ festejan la muerte de Ariel Sharon


La comunidad palestina refugiada desde hace décadas en el Líbano -en general-, y los campos de Sabra y Chatila de Beirut -en particular-, no han dejado de celebrar en las últimas horas la muerte del ex primer ministro israelí Ariel Sharon. Aquí, las masacres de septiembre del 82 permanecen grabadas a fuego.

Desde el mismo momento en que se conoció la noticia este sábado, centenares de supervivientes de aquellos trágicos acontecimientos fueron atropellándose en las calles; muchos de ellos portaban banderas del Estado con el que sueñan -Palestina- y casi todos coreaban consignas contra el que apodan como el ‘Carnicero de Beirut’. Llevaban 31 años esperando este momento, pero aseguran que hubiesen preferido haberle visto antes encerrado en una celda de por vida.

“Me sentí reconfortado al enterarme de que Sharon había muerto. Creo que los [ocho] años que pasó en coma fueron un castigo de Dios por los crímenes cometidos”, declaraba Makki, un joven de 19 años.

“¿Queréis saber cómo me siento? Quiero cantar y bailar, así es cómo me siento. […] Querría haberle acuchillado hasta la muerte. Habría sufrido mucho más”, expresaba Umm Ali, un hombre de 65 años de Sabra y enlutado desde el día en que perdió a su hermano en las fatídicas matanzas.

Otro residente palestino del campo de Chatila, Walid, reconocía que su primer sentimiento por el óbito de Sharon fue de gozo: “Es un carnicero, un asesino, un homicida. Todos los palestinos están felices de que haya fallecido. Mi corazón late de alegría por su deceso”. Walid recuerda que todo comenzó con una muchedumbre de mujeres corriendo calle abajo y gritando. Luego llegaron los cohetes y la ejecución de entre 800 y 3.500 civiles, entre ellos cuatro de sus hermanos. “El exterminio siempre será una herida en nuestros corazones”, añadía el expatriado palestino.

Milana Al-Burji, una libanesa de 70 años viviendo en Sabra, dudaba en el citado rotativo de si la muerte del ministro de Defensa israelí durante la Operación Paz para Galilea serviría de algo: “¿Debería estar contenta? ¿Acaso su muerte traerá de nuevo a mis hijos? […] Los milicianos de la Falange asumieron que todos en el campo eran palestinos. […] Fui la primera en entrar a Sabra cuando terminó la masacre. Pasé por encima de los cuerpos de varias personas sin vida, hasta que alcance los cadáveres de mis hijos y de mi marido”. Milana es uno de los rostros vivientes de aquella tragedia, cuando un fotógrafo del periódico ‘Al-Hawadith’ quiso inmortalizar para la Historia el instante de aquel macabro descubrimiento.

‘El Carnicero de Beirut’

Prácticamente durante tres días seguidos -comenzando el 16 de septiembre de 1982-, entre centenares y miles de hombres, mujeres y niños fueron aniquilados en los campos de Sabra y Chatila, en el suroeste de Beirut. Eso sólo aquéllos que pudieron ser identificados y sepultados con los honores que merecían. Alrededor de 500 civiles continúan desaparecidos.

Por aquel entonces, estos campos de refugiados palestinos se encontraban bajo control del ejército israelí. Tres meses antes -dirigidos en última instancia por Ariel Sharon- este mismo ejército había invadido el Líbano, supuestamente para expulsar a las milicias de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) de aquel país y en respuesta al asesinato del embajador de Tel Aviv en el Reino Unido, Shlomo Argov.

No existe discusión acerca de que el exterminio fue consumado por las Fuerzas Libanesas (milicias cristianas), pero siempre pesará sobre el ex primer ministro israelí el haber ‘mirado hacia otro lado’ cuando se produjeron los asesinatos. Sharon, en condición de ministro de Defensa, fue obligado a dimitir del cargo cuando fue hallado “culpable indirecto” del holocausto de Sabra y Chatila por un tribunal de Israel.

Fuente: Agencias / OICP

Aquesta notícia ha estat publicada al web oicpalestina.org

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